Cuando piensas en tener un perro tu mente va directamente a una tienda, o a un criador. Quieres un perro de raza. Quieres pagar por un perro que cumpla unos estándares, y poder decir. Es un pitbull, un pastor alemán, un alano de pura raza.
Pero ahora piensa en lo que esperas de un perro. ¿No esperas acaso su lealtad? ¿No esperas poder enseñarle a hacer graciosos trucos, y a tener un buen comportamiento? ¿No esperas acaso su compañía, su amor y su sencilla alegría para llenar tu casa?
Te diré algo, amigo mío.
Todos los perros pueden darte estas cosas, y más aún. Un perro de raza que compres en una tienda, o un perro abandonado que te mire desde detrás del contenedor, asustado.
Piensa que bajo la suciedad de un perro callejero, bajo su aspecto desnutrido y enfermo, hay un enorme corazón deseando un hogar, una familia, deseando el calor de un dueño al que darle todo su amor y toda su devoción.
Antes de comprar a un perro, mira las calles de tu barrio, recórrelas. ¿Ves esos ojos tristes que te observan con temor? Eso también es un perro, también es un alma cándida que quiere irse contigo.
Dale una oportunidad a un perro abandonado. No hay criatura más agradecida que esa.
Marcos Mendoza