La raza del Yorkshire Terrier comenzó a ser criada en la revolución industrial del siglo XIX, y fue con una tarea muy concreta.
Sucedió en inglaterra, con la llegada de los terrier escoceses, que son, por decirlo así, los padres del yorkshire. Se necesitaban perros para un trabajo, los más activos, rápidos y también los más pequeños posibles.
Así empezaron a seleccionarse y criarse los yorkshire. ¿Para qué? Para cazar ratones.
Así es. La función inicial de estos perros tan famosos era exterminar los roedores de las fábricas textiles. Al contrario que otros perros de pequeño tamaño, como es el caso del bichón maltés, el yorkshire no nació para ser un reyecito mimado todo el tiempo, sino que tenía un trabajo.
Esto es algo que todavía se refleja a día de hoy. Recordemos que hace apenas dos siglos que se inició la selección y crianza; por tanto, hay muchos rasgos de aquellos primeros yorkshire que todavía están muy visibles en el perro del presente.
Por ejemplo, supongo que habrás notado que tu yorkshire es muy enérgico… ladra y corretea por todas partes, se mueve mucho. Eso es normal, porque para correr detrás de unos ratones hay que tener mucho brío, y de eso al yorkshire no le falta.
También puede que hayas notado que, pese a su tamaño, son perros muy valientes, se enfrentan a animales mucho más grandes que ellos y ladran como locos. Al enfrentarse a grandes ratas, o a grupos numerosos de roedores, el perro debía mostrar valor, tenacidad y fuerza para amedrentar a su presa y evitar que contraatacara. Por tanto, hoy todavía es capaz de pelearse con un perro seis veces más grande que él, ¡o más!
¿Y por qué debería importarte todo esto? Pues porque para conseguir que tu yorkshire se porte bien y no tenga comportamientos indeseados necesitas tener en cuenta tres cosas, y acabo de solucionarte una:
- Debes tener en cuenta la personalidad propia de tu yorkshire. Porque los hay muy vagos aunque la mayoría sean muy movidos, por ejemplo.
- Hay que aceptar que la genética tiene su papel, que ha marcado la selección de personalidad de los perros durante muchas generaciones, y eso, nos guste o no, afecta al animal de hoy.
- Lo que tú le enseñes tiene una gran repercusión en su día a día, en su mentalidad y su comportamiento. Y no me refiero solo a lo que QUIERAS enseñarle, sino también, y sobre todo, a lo que le enseñas SIN QUERER.
Puede que esto último que te he dicho sea un poco extraño. ¿Cómo le enseñas algo sin querer? Bueno, te voy a poner un ejemplo…
Ahí está tu yorkshire, mirándote con ojos ansioso mientras te sientas a la mesa con tu familia para cenar. Él mueve las patitas. Hace un ruidito. “No, Toby, ahora a la cama, estamos comiendo”. Pero no entiende nada, solo oye ruido y huele algo delicioso fuera de su alcance. Por tanto, el perrito, pequeño y adorable, ladra. ¡Guau, guau!
“¡No, Toby! Molestas”. Pero él ladra otra vez, se mueve, da una vuelta y sigue ladrando. Al final, para que se calle y te deje comer tranquilo, le das un poco de pan… o puede que un trocito de carne… O un poquito de patata… lo que sea que haya en tu plato. Muy contento, el perro se marcha.
¿Crees que se ha acabado?
¡NO!
Acabas de enseñarle, y sin querer, que si ladra cuando estás comiendo, ¡va a recibir comida! ¿QUé tan genial es eso? ¡Va a repetirlo SIEMPRE!
Ahora ya lo sabes: hay que tener mucho cuidado con lo que le enseñas a tu perro, queriendo O NO. ¡Mucho ojo!